En momentos como los de noviembre

Él se acercó a la ventana, con un cigarro en la mano miraba la luna con nostalgia, hacía tiempo no escuchaba esta canción, y por supuesto, le traía recuerdos de ella; recordaba esa lluvia de noviembre donde tras salir de un concierto cubrió su cabeza con su chaqueta, evitando que ella mojara su larga cabellera con un paragua improvisado, y una neumonía asegurada. No importó, ella estuvo las dos semanas siguientes clavada en su casa, sentada al lado de su cama, cuidándolo, protegiéndolo y recuperándolo, armando una batería de memorias que servirían para momentos como estos. Aspiró el humo nuevamente, lo dejó entrar a su cuerpo de nuevo como así quería que volvieran los recuerdos, era todo lo que le quedaba, y debía mantenerlo en secreto. Unos brazos lo atraparon por la espalda, finos, delgados, no eran los de ella, tampoco los de la hija que tuvieron, eran los de alguien nuevo, alguien que lo devolvía a esos momentos; pero la música era nueva, las experiencias también. Vanessa le enseñó de rock, Julia le habló de Jazz y la amó… una era energía, era rabia y rebeldía, la otra era improvisación, con una era ira retenida, repetitiva, peleas todos los días, y Julia siempre la sorprendía. ¿Y él? Con su sordera no lo sabía, él solo fingía que le gustaba para poder ver sus sonrisas todos los días; pero no comprendía, era imposible, para él eran solo notas sin sentido, sin capacidad de significar.

Su padre se encargó de ello, “la música es para maricas y para niñas” le decía de pequeño, y en su ambiente machista así lo creía… Y paradójicamente, la música le había dado a los amores de su vida. Su padre se encargó de Vanessa también, un par de años después que naciera Alejandra, la hija cuyos brazos solo podía imaginar, su amor desaparecía de su vida; recién enviudado, el padre de Daniel desapareció con su nieta y su nuera, dejando solo una carta con un críptico y desalentador mensaje “¿creíste que eras lo suficientemente hombre como para que esa niña fuese tuya? Anda a un médico, te esterilicé al año”… y lamentablemente el médico lo confirmó, su papá (médico) le había hecho una vasectomía clandestina cuando su bebe no tenía conciencia siquiera de para que servían sus testículos. Daniel juró no volver a escuchar música, no volver a confiar ni disfrutar la vida, no tenía sentido… tan solo la viviría.

En clases, uno de sus alumnos lo invitó una tarde a casa, necesitaba ayuda con un texto, no entendía a Joyce, lo confundía la alusión a Ulises y no comprendía porque lo griego acá se asociaba con lo británico. Y en esa discusión, la voz de una mujer adulta contestó con poesía; Julia era escritora, complemento perfecto para un doctor en literatura, y se entendieron de inmediato. Ayudó que Renato, su alumno, fuese hijo de esa encantadora dama, y a los meses ella lo invitó a un concierto de Jazz. Llegó la noche, y se largó la lluvia; Daniel dudó sobre si hacer el truco de la chaqueta, hasta que ella dijo “¿no te encanta que las cosas no resulten como querías? Es perfectamente una noche de Jazz”. Y él volvió a disfrutar la vida.

Fue por Renato que descubrió del tormento de la vida de ella, y fue por ellos que escondió los fantasmas de su vida; pero fue él quien en su pieza escuchando Guns ‘n Roses lo devolviera a ese día, y pensando en Vanessa imaginaba como habría sido su vida. Habían pasado 18 años, y la nostalgia lo invadía. Comenzó a llorar, y Julia le preguntó que pasaba, no respondió, el pecho le comenzó a doler y cayó de rodillas, ella llamó a Renato, quien apareció con una chica con la que estaba en su pieza, Daniel la vio y no lo creía, su madre había vuelto a la vida. Julia le quitó el cigarro y abrió la ventana, “voy a llamar una ambulancia”, “¿Cómo te llamas?” le preguntó él a la muchacha, quien lloraba no de susto sino de algo más, ella al escuchar ello se adelantó y lo abrazó “¿Papá?”, y allí lo entendió, Alejandra había vuelto a su vida.

Partieron los cuatro al hospital, Daniel había tenido un preinfarto, pero sin embargo su vida tenía sentido nuevamente, ella había vuelto. Renato y Julia no comprendían, y él les pidió paciencia, él quiso aprender todo lo que podía, se enteró que su papá había muerto en un accidente de transito con Vanessa, que ella desde hace mucho que lo engañaba y se quedaba con él solo por el dinero. Alejandra lo había heredado todo, y con lo que tuvo trató de entender la verdad, no podía aceptar pensar que a quien ella le había dicho papá por primera vez era su hermano, y él también le dijo que era la verdad, que él se había hecho los exámenes. Ella le preguntó que le ratificara si su médico había sido cierta persona, y cuando ella lo hizo, ella le mostró el talonario de cheques de su papá… allí estaba, y con la fecha de la consulta de Daniel. ¿Podía ser que todo hubiera sido falso?

Cuando lo dieron de alta, Daniel invitó a cenar a Renato, Julia y Alejandra. Les contaron todo, y Julia solo lo miró con más amor al darse cuenta de todo lo que él debió enfrentar; Renato estaba un poco incomodo, pero Daniel le recordó que no era su papá, se conocían de solo hace dos años, y que estaba bien si él amaba a Alejandra; además, no sabían si era hija de Daniel o no, y que una prueba de paternidad iba a ser siempre inconcluyente… si es que en efecto el papá lo compartían, la prueba podría arrojar un falso positivo. Y se conformaron con ello, con la tragedia y la vida.

Al año apareció una nueva información, la mamá de Vanessa por fin aparecía, y aunque él nunca la conoció no se imagino nunca de la sorpresa que le esperaba. Vanessa siempre había hablado que sus padres la habían abandonado, y de allí su rebeldía… pero no, su madre hoy volvía arrepentida, su marido, el padrastro de Vanessa había caído preso por violar a una sobrina, lo peor, es que no había sido a la única, una docena de niñas del barrio habían sido víctimas, y a todas las que de ellas quedaron embarazadas las obligó a abandonar a su familia; les dio sustento, que de eso no se malentienda, pero se marcharon. Y la fecha en que por última vez esa mujer vio a su hija fue una semana antes del concierto que cambió la vida de Daniel, de esa lluvia de noviembre. Vanessa no solo se quedó por cuidarlo, ella necesitaba un techo… y toda la historia cambiaba.

Alejandra pidió hacerse una prueba de paternidad con ese hombre, y el resultado salió positivo, y Daniel lloró, lo perdía todo de nuevo… y ya era mucho, perdía hasta sus recuerdos. Renato tomó su hombro, miró a su madre, y en la angustia de proteger al hombre que más admiraba hizo algo intempestivo. Corrió, agarró sus vinilos, sus guitarras y lo vendió todo, y luego fue a hablar con unas personas, tras una semana de hermetismo y depresión, citó a Alejandra, a su madre y a Daniel. Aparecieron otras personas también, muchos alumnos de Daniel, el editor de su madre y la recién aparecida abuela de Alejandra, entre todos armaron un banquete, y ni Julia, ni Daniel ni Alejandra entendieron que pasaba. Sonó el timbre, una mujer con clara señal de ser funcionaria publica aparecía, y mientras Daniel aparecía Renato se podía de rodillas frente a Alejandra, Julia comprendiendo la idea de su hijo se acercó a él, quien se metió las manos a ambos bolsillos, lo que sacó de uno se lo dio a su madre, y ella le guiñó el ojo, y Alejandra no entendía. No alcanzó a pasar un minuto, y Julia estaba al lado de la puerta de rodillas…. “Mi hijo quiere darte el regalo de tu vida, quiere no solo que seamos una familia, sino que recuperes la que perdiste”, y así, entendiendo la idea, Alejandra dijo sí a pesar que a Renato lo conocía desde hace un par de semanas. Daniel lloró, su corazón resentido se sentía pesado, era demasiado para ello; la jueza tomó el testimonio y casó a los jóvenes primero, luego los casó a ellos, y todos celebraron. Cuando la fiesta acabó, Daniel se sentó en un banco en la cocina, agotado; miro a su hija, que ahora era su nuera, y olvidó todo lo que había aprendido ese día. “Viste, me diste otra oportunidad en la vida. Lo había perdido todo, y me permitiste tener una familia.”, una mano se posaba en su hombro, era fría, rebelde, y carente de vida, “que bueno que ahora puedes hacer lo mismo por ella”, una lagrima se posó sobre la mejilla de Daniel mientras reconocía la voz de Vanessa, el pecho se le apretaba y su corazón se extinguía. Renato escuchó esas palabras mientras Daniel moría, provenía de sus labios, y mientras Renato lloraba lo entendía y le dijo “Es lo menos que puedo hacer por quien le devolvió la vida a mi madre. No lo perdiste todo, papá, tan solo lo habías olvidado”. Julia lloró por perder al amor de su vida, a ese amor de verano adolescente de una noche de carrete a los 15 años que encontró en su casa 17 años después, y aun no lo sabía; Renato sacó un recorte de su bolsillo, una imagen de la página de sociales donde aparecían Daniel y Julia besándose antes que se hubieran conocido. Él nunca perdió a su familia, tan solo la recuperó cuando le dio una nueva a alguien que la necesitaba, y ahora Renato con Alejandra otra vez lo hacía.

Cuentos

Goran Y. Lausic King View All →

Profesor de Historia y Ciencias Sociales, egresado el 2008, Magister en Historia. Con un gusto y una formación literaria que se remonta a 1998, año en que desarrollé mi primera novela no publicada, y que no publicaré jamás (no está en condiciones).
Mi primera novel publicada fue A diez pasos a la oscuridad, publicada en Amazon, y me encuentro en etapa de diseño de portada para Página en blanco, mi segunda novela. Mientras escribo historia, novelas y demases, divulgo mi trabajo corto (cuentos y poemas, principalmente), por medio de este espacio en la web.

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