Las voces en su cabeza no dejaban de sonar, eran recuerdos, por supuesto que nada más que fragmentos de ellos, pero pucha que eran molestos. Ella era lo que más extrañaba, ese amor traicionero que lo dejó hacia unos meses sólo y molesto, cansado de enfrentar a sus demonios por ella… la misma que los había despertado, la misma que lo había obsesionado. Caminó y buscó su silueta, a pesar de todo el tiempo, seguían habiendo rastros de ella en la casa, de hecho no se había ido por completo, iba y venía como si nada, como si el hogar siguiera siendo de ambos, más aun cuando llegaba gente, ella entraba como dueña… y él no dejaba de mirarla, deseoso, con ganas de sentir su aroma cerca, nostálgico, por sobre todo nostálgico. Caminó, y las voces le decían que debía buscarla, que no podía aguantar un segundo sin su amada… y sucumbió, dio media vuelta y allí ella estaba, fría, quieta y estática, refrescante y silenciosa. Le dio un beso en la boca, pero en las cuencas vacías no vio nada.

Cuentos patéticos Microcuento