Eres invisible, pero tu sombra me opaca

tu reflejo, que no reconoces, me da la cara,

aquella voz que de tu garganta no emana

es aquella que todas las mañanas me llama,

me susurra detalles de tu existencia,

me invita a descubrir el recipiente que resguarda tu alma;

eres invisible porque tu conciencia está en llamas,

crees en la sombra más que en la esperanza

y en la desesperación de un futuro que no es nada

te sumerges en tu propia sombra que siempre te devora

y te vuelve tan etérea como el aire que de tus pulmones emana,

que sale con esa voz que con ganas me llama,

que me susurra tu nombre y la forma de tu cara,

que me indica los detalles que se esconden trás tu máscara,

las grietas de donde puedo despedazarla

y para arrebatar tu manto de dudas me entrega la formula mágica,

y es tu voz la que delata donde te encuentras

y me permite ver más allá de la nada.

Eres invisible, a pesar que estás acostumbrada

a sentirte de todo, pero por sobre ello ignorada,

a aceptar la vida que el destino te depara

a no soñar más allá de lo que puedes encontrar

y tu voz me llama a encontrar esa mirada

y a través de la mía indicarte que te veo ahora,

que te vi entonces y que veo tu alma.

Cuentos patéticos