“Tenemos que hablar” le dijo ella, y su corazón se detuvo; desde hacía meses que la complicidad entre ambos había ido escalando a pesar de los intentos desesperados de él de mantenerse fiel a sus sentimientos silenciosamente desgastados, y ella había sido compañera en ese proceso, y allí recaía el problema que, pese a los sesgos e inquietudes, ella se había vuelto su confidente, su apoyo y su aliada… y ello le empezaba a asustar. “No es nada grave, pero si importante”, fue el mensaje que se escuchó a continuación, y él solo oía el latir de su corazón, pasándose muchos escenarios que ninguno le llegaba a agradar, temía por sobre todo que las fantasías no lo volviesen a dominar, que pervirtieran algo puro con el resabio natural del deseo. “La gente habla acerca de nosotros”, y allí solo le quedaba esperar, sus recuerdos fueron a las palabras de su círculo cercano, de esa conversación un día atrás con Antonia quien le recordaba que no se podía involucrar, que todavía era muy pronto para involucrarse con nadie, menos aún con alguien con las características que ella tenía, que tantos problemas le podría acarrear. “Y ¿Qué es lo que te preocupa de ello?” quiso preguntar, pero en su lugar siguió escuchando, y ella agregó otra preocupación más que solo tapó el foco de la conversación, con un arrepentimiento ante la lentitud de la respuesta. Él solo la miró, no dijo ni una palabra mientras ella trataba de esbozar las características de su preocupación; miró el entorno y por primera vez la besó “si van a hablar, que sea con fundamentos”, le dijo, y ella acto seguido se dejó llevar.

Cuentos patéticos