Un beso
Cuando Gastón abrió los ojos no entendía muy bien lo que pasaba, recordaba que hacía unos minutos se encontraba en una playa, disfrutando de la compañía de Loreto, tan solo mirándola como lo había hecho en los últimos meses desde que la conociera, hipnotizado por el verdor profundo de sus ojos y la posibilidad increíble de una nueva oportunidad de felicidad después de todo lo que había ocurrido anteriormente; estaban en una playa, mientras atardecía, solamente sentados mirando el mar, ella con una chaqueta de pluma negra y el con su chaqueta de cuero bien cerrada, el frío les habría calado los huesos si es que no hubiesen tenido ropas de invierno apropiadas, pues el ambiente era tan helado que eso les daba la privacidad y tranquilidad de disfrutar un atardecer en la playa. Recordaba muy bien como habían llegado, y para que habían llegado, él estaba angustiado para poder decirle que la amaba, ella parecía de nuevo evadir la conversación que en el lapso de las últimas semanas se había postergado cada vez más; lo recordaba, pero no recordaba si la conversación había llegado, si finalmente sus labios se habrían posados en los de ella, si finalmente le había dado un poco de paz a su alma.
Abrió los ojos y no comprendía, de partida no fue que se quedaran dormidos en la arena, no era el cielo estrellado lo que cubría sus cuerpos, sino que más bien un techo de concreto, y por la luz que había indicaba que era de día, y se encontraban en un lugar de bastantes comodidades; sintió un peso en su pecho, Loreto yacía dormida sobre su pecho desnudo, su brazo izquierdo giraba sobre su cadera, y al seguirla con la mirada se dio cuenta que todo su torso se hallaba completamente desnudo, y de la cintura hacia abajo los tapaban las sabanas solamente; no pudo evitar excitarse con la idea de tener a la mujer que amaba desnuda durmiendo a su lado, y le asustó un poco cuando su miembro se empezó a endurecer, no quería despertarla, y a lo mejor por su posición el que su corazón se acelerase podría ocasionar dicha reacción. Gastón no entendía nada, yacía desnudo en los brazos de su amada, pero no recordaba haber hecho el amor con ella, tampoco recordaba haber llegado a esa habitación en primer lugar, que mirándola con detalles no la lograba reconocer de ninguna manera. Giró levemente la cabeza hacia un costado, el despertador del velador marcaba las 9 de la mañana, se preguntó de cuando, pues a esas alturas estaba empezando a dudar de todo. Loreto suspiró profundo, el ritmo del corazón de Gastón estaba provocando que ella se relajase más aun de lo que estaba, pero la sacaba levemente del estado de adormecimiento en el que se hallaba; Gastón se mordió el labio inferior, no quería llenar su mente de preguntas, sino más bien disfrutar de lo que estaban viendo, la amaba, estaba seguro que la amaba, y todo lo que importaba era que ella estaba a su lado, ¿cierto?
Loreto abrió sus ojos de a poco y se halló sobre un torso desnudo, su mirada daba a los pies y a la sabana levantada por el bulto entre las piernas de Gastón, giró levemente su cabeza y lo observó con una sonrisa; no habían dudas ni miedos en ese instante, se hallaba justo donde debía estar, al lado del hombre que amaba, pero… de pronto se percató que no sabía cómo había llegado hasta allí, no sabía si había hecho el amor con ese hombre alguna vez en su vida, donde estaba, cuando estaba, al igual que él recordó la conversación en la playa, y de pronto nada, estaba allí desnuda acostada sobre él, sin saber si lo había besado por primera vez o no. Su mirada cambió de amor a desconcierto en un instante, y súbitamente se incorporó, tapándose los senos con los brazos, sin saber si Gastón ya la había visto o no.
– ¿Qué cresta hiciste? – Le preguntó ella inquisitivamente, en un tono que estaba en la línea delgada entre el enfado y el terror – ¿Me drogaste? –
– Lore, no tengo idea de que estás hablando – dijo él, asustado por la acusación y lo que ello implicaba – No tengo idea de cómo llegamos aquí, ni donde estamos –
Loreto se puso de pie llevándose la delgada sábana para cubrirse, el pene de Gastón quedó al descubierto, ocasionando que él bruscamente bajase las manos para cubrirse mientras buscaba con la vista su ropa, que no se hallaba por ningún lado de la habitación. De pronto los dos dejaron de lado el terror ante la certeza de la pregunta, no sabían dónde estaban, la habitación no la reconocían, no parecía ser la habitación de un motel, ni siquiera la de un hotel, parecía el dormitorio de una pareja, decorado con estéticas femeninas, de hecho Loreto se percató que era muy de su propio gusto, lo que le invadió una extraña mezcla de seguridad e incredulidad. Gastón se puso de pie, ignorando por completo su desnudez se acercó a la ventana y observó el paisaje, definitivamente no era Punta Arenas, no parecía la ciudad cuya playa fuera el último recuerdo que mantenían, habían demasiados edificios en el horizonte, y ninguno de ellos se hallaba al lado de la playa; de hecho, reconoció al instante la bahía, durante sus años de la universidad había tenido esa vista, se hallaban en Valparaíso, Viña del Mar o Reñaca, la memoria la tenía difusa respecto del ángulo de la vista.
– Estábamos conversando en la costanera – le dijo mientras apoyaba las manos en la ventana, la altura indicaba que se encontraban más arriba de un piso catorce – Mirábamos el estrecho, de hecho casi no conversábamos –
– Parecía que algo me querías decir – ella se calmó y avanzó hacia la ventana, sujetándose el pelo con sus dos manos al darse cuenta donde estaban, su sábana cayó al suelo y a ninguno de los dos le importó – Pero que no te atrevías –
– ¿Cómo me iba a atrever, si decir lo que sentía podría haber generado que te terminara por perder? ¿Qué te ahuyentaras y te fueras de la ciudad sin que siquiera hubiese podido besarte? –
– No me habrías perdido –
– Tú misma lo dijiste, no sabías que es lo que querías hacer en Punta Arenas, y que por lo general cuando alguien sentía cosas por ti y complicaba tu vida, tu preferías alejarte –
– Tú dijiste que jamás tocarías el tema a menos que yo lo sacara a colación, y me da la impresión que estabas a punto de hacerlo –
– Lore, te ofrecieron un trabajo en Santiago, ibas a desaparecer de mi vida –
– No te he dicho si lo he tomado o no –
– Por donde estamos me parece que lo tomaste – Gastón vio un celular que no reconocía en su lado de la cama y se acercó a tomarlo, encendió la pantalla y sus ojos se abrieron de par en par cuando vio la pantalla, se lo mostró a Loreto – ¿Habías visto esta foto? – Gastón, abrazaba a Loreto en una fotografía mientras ella cargaba a una bebé. Loreto se puso la mano en los labios.
– ¿Por qué no la recordamos? – una lágrima empezó a correr en su mejilla. Gastón se acercó a tomar su rostro.
– ¿Por qué no recuerdo haberte besado? ¿Haberte hecho el amor? ¿Haber tenido a nuestra hija? ¿Qué ha hecho el destino para privarnos de estos años? –
– Somos unos idiotas, nos perdimos el ahora, nuestra vida pasó y no nos dimos cuenta… – Gastón la besó interrumpiendo su discurso. Los ojos de ambos se cerraron, sus manos comenzaron a recorrer sus rostros mutuamente, y mientras Gastón bajaba por la nuca de Loreto se encontró con una capucha de tela, abrió los ojos y volvió a sentir el frío de la playa. Loreto se despegó de sus labios y lo quedó mirando con intensidad – No sé si tomar la pega en Santiago, y lo acabas de hacer más complicado para mí –
– Tómala, eres el amor de mi vida, todo lo que quiero es estar contigo, y si tus planes te llevan hacía allá, bueno, iré contigo –
Goran Y. Lausic King View All →
Profesor de Historia y Ciencias Sociales, egresado el 2008, Magister en Historia. Con un gusto y una formación literaria que se remonta a 1998, año en que desarrollé mi primera novela no publicada, y que no publicaré jamás (no está en condiciones).
Mi primera novel publicada fue A diez pasos a la oscuridad, publicada en Amazon, y me encuentro en etapa de diseño de portada para Página en blanco, mi segunda novela. Mientras escribo historia, novelas y demases, divulgo mi trabajo corto (cuentos y poemas, principalmente), por medio de este espacio en la web.