Hay momentos en que sencillamente nada tiene sentido en relación de las cosas que asoman por la mente, estás seguro y cómodo en tu vida de rutina pero fantaseas con generar una ruptura que vuelva tu mundo de cabeza; y cuando se te presenta la posibilidad de realizar la fantasía, el miedo de volverlo parte de la rutina te obliga a la inacción, a ese comportamiento idiota y quejumbroso de aceptar a regañadientes el status quo, cuando en el fondo de tu ser sabes que deseas emoción.
Su vida se reducía a eso los últimos meses, enamorado de su trabajo, solitario, preocupado nada más que de ser el mejor, obsesionado con el cumplimiento de los plazos, adorando los resultados, sin tiempo para socializar más allá de los rituales pre acordados, y solo hace mucho tiempo atrás, cuando el status quo presente era solo una pretensión. Y sin embargo allí estaba, fantaseando con ella todas las mañanas, a pesar que intercambiaron una conversación breve hacia eones, imaginando encontrarla de la nada, e intempestivamente tomarla por la nuca y besarla. Y día a día no la encontraba, y la fantasía adquiría una fuerza insospechada.
Las oportunidades en la vida surgen de la nada, y siempre vienen acompañadas de la vida embistiendo descarnada, desarmando ilusiones, proyectos y esperanzas; y en su caso la ilusión de dejar de ser maquinaria, sentir un contacto humano desesperado, angustiado por los meses de espera. Y cuando menos lo esperó el momento de la fantasía llegó… Y con un cordial «Hola» sencillamente lo dejó pasar al baúl de los «pudo haber sido».

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