Quizás nunca estuvimos en sincronía,

ahogándonos miserables en esto que llamamos vida,

creando un océano de tanto lamento y risa,

sucumbiendo a las olas de mentiras,

atrapados en una red de conformidad,

contenidas nuestras almas

y sin avanzar en realidad.

Tratamos de alcanzarla,

comprender el alcance de esa abstracta palabra,

tratamos de entenderla,

y nuestras mentes se hallaban esclavizadas,

sumidas en la miseria de eso que llamamos vida,

que decimos darle ese nombre a pesar de su ausencia,

de la constancia de la lágrima,

de la forzosa carcajada,

de la mirada de la realidad distanciada.

Temimos quedarnos en la nada,

y el miedo arrebató nuestras ganas,

mirábamos en otros la quimera,

pero siempre sin el coraje de tratar de alcanzarla;

los tratábamos de hipócritas,

les decíamos que no duraría en la cara,

mientras que nos ahogábamos en un mar de mentiras.

Y temimos por tanto que no recuerdo como llamarla,

solo su nombre me provoca urticaria,

y ver en tus ojos ese brillo que tanto detestabas,

genera en mi interior una sensación algo extraña,

a la rabia es contraria,

me hace desearla,

aunque sé que solo no la tendré jamás.

Cuentos patéticos