Me detuve un instante a contemplar el camino, justo cuando me enfrentaba a una desviación; miré hacía atrás, y noté tu sonrisa rogándome regresar, miré hacía el frente, y el mañana me prometía bienestar; y el instante se convirtió en un día, y la respuesta no aparecía por ningún lado.

No lograba convencer a mi mente que tomase alguna decisión, no podía quitar mi ancla que me llevaba lejos, justo allí donde te podría encontrar, y entonces volvió a aparecer tu sonrisa, y al día se le sumó otro.

Me senté a esperar que mis pensamientos recobrasen razón, que mi voz emitiera justo las palabras que necesitaba escuchar mi corazón, podía dejar de lado mi futuro, solo para volver a verte envuelta en un manto de alegría, para disipar las sombras de tu entorno, y así evitar que en mi camino se pusiese a llover.

¿Quién dijo que el mañana es promisorio?, si el pasado está lleno de certezas y bondades, de palabras que ya hemos escuchado, besos que ya hemos entregado, tu sonrisa era constante y eso me debería haber bastado, ¿ donde estuvo mi razón para dudar?

Cuentos patéticos