El último viaje

Cansado y abrumado por un día desesperado, Carlos abordó un colectivo de la línea 14  para dirigirse a su casa; el vehículo seguía un recorrido perfecto, que después de avanzar doce cuadras por diversos lugares, terminaba por dejarlo a las puertas del lugar que llamaba hogar. Con la cabeza apoyada frente a la ventana, el celular en la mano y la mirada perdida en lo que eran sus pensamientos, jamás se dio cuenta que tras una cuadra de haber abordado el vehículo, este tomaría un extraño desvío;  pero para ser justos con él, tampoco lo hicieron  el resto de los pasajeros, pues esto se había producido porque segundos antes una mujer que llevaba un niño en brazos le pidió como favor especial que se desvíe un poco.

Carlos estaba demasiado atrapado en la última conversación que tuvo con Alejandra, la mujer de la que estaba profundamente enamorado, y que a pesar que sabía que le correspondía, cada vez que empezaban a tocar el tema, por algún motivo terminaban discutiendo y nunca se pudieron decir las cosas con sinceridad. En esa chala, que tuvo lugar en las oficinas en la que ella trabajaba, s dijeron las líneas más fuertes e hirientes entre los dos, donde ella lo acusó de ser un soñador, irresponsable, y egoísta, que su única preocupación era él mismo; mas como estaba de equivocada, y Carlos no  se lo pudo hacer sentir, lo que finalmente le significó que en su trayecto a casa perdiera la capacidad de atención.

El vehículo dobló donde no debía, y Carlos reaccionó cuando su teléfono sonó, Alejandra que le hablaba por whatsapp, que le pedía disculpas, que no era en serio lo que había dicho con anterioridad; él no le contestó por la misma vía, tomó el aparato y marcó su número, solo para escuchar su voz diciendo que lo lamentaba.

– ¿Donde estás? – le preguntó ella al otro lado de la línea.

– En un catorce, voy camino a mi casa – respondió él.

– Pero, puntualmente ¿por donde? –

– ¿Subiendo el ovejero? – dijo extrañado al mirar su alrededor – Disculpa – se dirigió al colectivero – ¿Esto es un catorce, verdad? –

– Sí, amigo – respondió el chofer – Voy a hacer una pequeña desviación, porque el niño de la señorita está enfermo, y me pidió si lo podía dejar hasta la puerta de su casa, ¿no escuchaste cuando pregunté? –

– No, disculpa, está bien, estaba distraído –

– ¿Vas a seguir en ese colectivo? ¿El ovejero con que? Bájate y te voy a buscar, así aprovechamos de hablar – dijo Alejandra.

– Déjeme por aquí – pidió Carlos, haciéndole caso a la sugerencia de su amada, a lo que no tuvo respuesta del chofer ni el resto de los pasajeros, quienes lo comenzaron a mirar desafiante. Llegaron a una esquina, y el vehículo se detuvo, Carlos intentó abrir la puerta, pero el chofer le pusó seguro desde el asiento delantero – ¿Por qué no me deja bajar? –

– ¿Qué pasa? – preguntó Alejandra asustada.

– El chofer no me deja bajar, o no me escuchó o me está ignorando, espera… –

Carlos tocó el hombro del chofer, y la pasajera sentada al lado de él se alteró, el colectivo había subido el ovejero y hacía rato ya había pasado la avenida Frei, estaba llegando a los limites de Punta Arenas acercándose a los sectores del cerro, donde pudieron haber perdido la señal del celular; más no fue. Alejandra atenta escuchó lo que pasaba, escuchó a tres mujeres y un hombre diciendo que se debían deshacer de él, escuchó el último grito de dolor de Carlos mientras le partían la cabeza con un gato hidraulico, y escuchó el agónico te amo que se esforzó por decir al celular.

Desesperada, Alejandra llamó desde un teléfono de red fija a Carabineros, le contó que pasaba y les pidió que triangulen la llamada; cuando una patrulla llegó hasta allí, encontró el colectivo de la línea 14, abandonado y con el cadáver de Carlos a un lado, el teléfono seguía en llamada, pero ni un rastro de quienes ocuparon el vehículo con anterioridad. Cuando se terminaron las pericias, más interrogantes quedaron, el auto estaba abandonado allí desde hacía una semana atrás, y el tiempo de llamada del celular correspondía con esa cantidad de tiempo; el cadáver, por otra parte estaba fresco, y los exámenes forenses indicaron que lo que en verdad parecía haber sido hecho con el peso del gato hidráulico, resultó ser a mano desnuda. El colectivo, por otra parte, tenía una cámara al interior puesta por seguridad, y cuando los detectives lograron acceder a las imágenes, nadie lo podía creer; el vehículo se movía solo, nadie en el asiento del chofer, ni nadie sentado en él más allá que la victima, voces se escuchaban, claro, pero no se lograba observar a nadie más… ¿que había pasado?

Semanas después de conocer los extraños resultados de la investigación, Alejandra que acababa de volver de visitar la tumba de Carlos, se encontró con este sentado a los pes de su cama. Instintivamente ella corrió a abrazarla, pero este la frenó.

– Amor, no me toques, sino te pasará lo mismo que a mi – le dijo – Vine a despedirme y a contarte toda la verdad, porque te la mereces, eres quien más sabe porque escuchó todo, pero el audio no se condice con lo que pasó –

– ¿Cómo estás aquí? –

– Buena voluntad de Dios, que me permitió escapar un instante de ese infierno en el que me vi atrapado, solo con la condición de darte un poco de paz –

A pesar de la advertencia, Alejandra lo besó, siguiendo un impulso contenido de mucho tiempo atrás; él la rechazó.

– ¡¿Qué has hecho?! – se desesperó – ¡Ahora vendrán a buscarte! –

– No importa, este tiempo sin ti ha sido imposible. Renuncié a mi trabajo, me recordaba la última ve que estuviste en mi oficina, y estaba pensando en irme de la casa, porque me recuerda todas las veces que estuviste acá –

– Pero esta no es la vía, el lugar en el que estaremos atrapados es terrible –

– ¿Qué tanto puede ser? –

– Amor… – él le tomó la mano, comenzó a notar en los ojos de Alejandra que ella estaba falleciendo (un infarto a los 27 años, extraño, pero posible, según dijeron los médicos).

El mundo se volvió gris y sin color, sombrío como una barata película de terror, Carlos no soltó la mano de Alejandra jamás, impidiendo de esta manera que su alma se quedase atrapada en un infierno distinto al de él. Cuando salió de su cuerpo ella lo abrazó llorando, ahora comprendía, el mundo seguía funcionando exactamente igual a su alrededor, tan solo ahora estaban privados de interactuar con él.

Cuentos

Goran Y. Lausic King View All →

Profesor de Historia y Ciencias Sociales, egresado el 2008, Magister en Historia. Con un gusto y una formación literaria que se remonta a 1998, año en que desarrollé mi primera novela no publicada, y que no publicaré jamás (no está en condiciones).
Mi primera novel publicada fue A diez pasos a la oscuridad, publicada en Amazon, y me encuentro en etapa de diseño de portada para Página en blanco, mi segunda novela. Mientras escribo historia, novelas y demases, divulgo mi trabajo corto (cuentos y poemas, principalmente), por medio de este espacio en la web.

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