La lógica de lo eterno
Sentados en un café en París, mientras el sol recién comenzaba a dar señales de su existencia en la capital francesa, dos hombres de aparentemente mucha edad, de visiblemente mucha elegancia, e impresionantemente dispares entre sí, compartían sus experiencias e impresiones sobre el estado del mundo en el que se encontraban. Su conversación, que denostaba complicidad pero tensión, tenía aires manipuladores en su entorno, como si frente a esa mesa algo mayor se estuviese urdiendo; pero, ¿que más se podía esperar? Si Dios y el Diablo se juntan en un café en París, por nada bueno ha de ser.
Vestido completamente de blanco, y con una barba impecable, Dios le contaba al Diablo lo sorprendido que se encontraba por la poca credibilidad que la humanidad le daba a sus representantes en la actualidad. El Diablo, asintiendo, le contaba que ya nadie lo culpaba del mal existente, sino que atribuían todo a los hombres.
– ¿Qué nos pasó? – dijo el Diablo – ¿Cuando dejamos de tener poder sobre la humanidad? –
– Crecieron demasiado, ese fue nuestro error – le respondió Dios – Les dimos libertad de acción, pensando que de esa forma ellos serían quienes resolvieran esa vieja disputa que tenemos los dos –
– Pero resulto que los hombres en su conjunto eran más malos que yo –
– Y cuando la circunstancias lo indican, su benevolencia me sobrepasa –
– ¿Como puedes ser tan duales?, siendo que son tu creación –
– No lo sé, hay algo en su naturaleza que me supera. Los cree a imagen y semejanza, y resultaron mucho más complejos que yo –
– ¿Y que haremos al respecto? Cada día que pasa envejecemos más; mírate al espejo, estás lleno de arrugas –
– Tu pelo negro se está llenando de canas –
– ¿Qué vamos a hacer? Dame una solución –
– No lo sé, deberíamos coordinar una reunión con los otros tres para buscar una solución definitiva al problema –
– ¿Otros tres? –
– Sí, los otros tres poderes, ¿no has oído de ellos? –
– No, ¿quienes son? –
– El Estado, la Guerra y la Paz –
– Pero espera, la Guerra es hija mía, y la Paz es tuya – preguntó extrañado el Diablo – ¿Y el Estado? ¿Quién lo creó? –
– Los hombres –
– ¿En serio? ¿Fueron capaces de crear un poder? –
– Sí, lo crearon como medio de mantener controladas a nuestras hijas, y creo que por escalada, para debilitar la influencia que tenemos sobre ellos –
– Pero entonces es simple, debilitemos al Estado y volvemos a la forma natural en que se dan las cosas –
– Imposible –
– ¿Por qué? –
– Porque el Estado, al igual que nosotros, y a diferencia de nuestras hijas, es omnisciente, y sabe todo cuanto pasa –
– ¿Como pudieron crear un ser igual que nosotros? –
– ¿No lo entiendes? Es bien simple –
– ¿Que cosa? –
– Si el Estado es como nosotros es porque estamos errados en todo – respondió Dios – Primero que todo, la Guerra y la Paz no son nuestras hijas, más bien nuestras madres. –
– ¿Que disparate estás formulando? –
– Espera – continuó su explicación – Segundo, si los hombres crearon un ser como el Estado, no fue la primera vez que lo hicieron –
– ¿No? –
– No, estamos errados, yo no cree al hombre, y ese es mi gran secreto –
– ¿El hombre te creo a ti, y por añaduría, a mi también? –
– Exacto, en una manera de controlar a la Guerra y la Paz, que no son otra cosa que instintos arraigados en si mismos y que los convierten en la poderosa contradicción que son –
– Tiene lógica –
– Sí, lo tiene. Lo peor de todo esto, es que si lo piensas; estamos fregados, en un plazo no muy distante moriremos de viejos –
Goran Y. Lausic King View All →
Profesor de Historia y Ciencias Sociales, egresado el 2008, Magister en Historia. Con un gusto y una formación literaria que se remonta a 1998, año en que desarrollé mi primera novela no publicada, y que no publicaré jamás (no está en condiciones).
Mi primera novel publicada fue A diez pasos a la oscuridad, publicada en Amazon, y me encuentro en etapa de diseño de portada para Página en blanco, mi segunda novela. Mientras escribo historia, novelas y demases, divulgo mi trabajo corto (cuentos y poemas, principalmente), por medio de este espacio en la web.