“¿Qué en que nos parecemos hombres y perros?” le preguntó un turista a su guía mientras caminaban por la rivera del río de la ciudad, un lugar que pese a su belleza estaba atestado de elementos que le quitaban valor al paisaje. “Mira, basta con que observes un rato” le contestó el guía, procediendo a detenerse en el andar. Vagos y perros compartían a unos metros, unos bebían alcohol de una botella, los otros agua del suelo, unos se acercaban a mendigar, los otros igual, y tanto de los unos como de los otros se desprendía un hedor particular. “Sí, algo de razón tienes” le comentó el turista, a lo que el guía solo le respondió indicándole con el dedo un poco más allá, donde uno de los vagos “marcaba su territorio” orinando contra uno de los edificios del sector. “Las diferencias entre hombres y perros, querido amigo, no son muchas; puede que en estado de bagaje seamos iguales, pero la principal diferencia es que si nosotros lo intentamos, podemos ser mucho más”.

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