Cada vez que llega el tiempo nos marchamos sin siquiera hablar, nuestros labios se cierran y nos dejamos de comunicar, desaparecen las palabras, las miradas se dejan de encontrar, los sentimientos se detienen se esconden hasta que la temporada vuelva a llegar. Soy el otoño, mis hojas caen cada vez que tienen la oportunidad, nada florece bajo mi brazo, tan solo estoy esperándote llegar; a ti, el invierno frío que por siempre he de atravesar, tan gélida que quemas, que me tientas con tu calor invernal. Tú piel, blanca como la nieve que te cubre esconde un calor que me es familiar, ¿no te das cuenta cuanto te entiendo? soy el otoño, y tu el invierno, las estaciones cada nadie busca encontrar. Y cada vez llega el tiempo, mis hojas dejan de caer, tus copos no se mueven de su lugar, hay un instante precioso en que nos encontramos, en que el calor se deja aflorar, donde bajo mis desolados arboles la nieve se aglutina, y coexistimos, y nos entendemos, y sabemos que en el fondo nunca encontraremos a alguien más, somos los que más nos parecemos, con estas diferencias que nunca nos dejan juntos estar. Soy el otoño, y sé que me veo viejo, que en mi desgaste se esconde una fuerza descomunal, y tú, invierno, tan fría que escondes una ternura que nadie podría imaginar, tu belleza es innegable, pero todos le temen a sufrir por tu tacto. Oh, mi amado invierno, ¿por qué no ves lo que es evidente? Nuestro enemigo es el tiempo, ese desgraciado Cronos que no nos deja encontrar, que quiero someternos de forma eterna a este tormento de encontrarnos, admirarnos, pero que nunca nos podemos tocar. Lo sé, soy el otoño y tu el invierno, nuestros tiempos se tocan en una sola oportunidad, pero no pierdo la fe, la esperanza que un día lograremos doblegar este ciclo, y ese día será una eternidad.

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