Eternidad
Esta mañana descubrí lo que era esperar, la verdad siempre he tenido que hacerlo contigo, he soportado ver al tiempo aparecer y quedarse detenido, pero lo que vi al abrir los ojos no se compara con nada de lo que he vivido. Como cada día estabas a mi lado, tendida en esta cama, con los ojos cerrados, tan en paz que de tu cuerpo no salía ni un solo sonido, yo, sentado a tu lado sostenía un cigarrillo encendido mientras admiraba la belleza que irradiaba tu cuerpo tendido. Pensé en lo afortunado que soy por tenerte conmigo, y repasé por la cabeza todas las etapas del plan que estaba a punto de comenzar a ejecutar. Con cuidado me levanté y busque mi bata, intente no hacer ni un solo ruido para no perturbar ese sueño precioso que debías estar teniendo. Eran aún las cinco de la mañana. Lentamente caminé hasta la ducha, donde abrí las cañerías y dejé que el agua recorriese mi cuerpo; te juro, mi pensamiento seguía contigo. Me vestí y busque eso en el bolsillo de mi abrigo, ya hacía semanas que lo cargaba conmigo, pues no tenía donde esconderlo sin que existiese la posibilidad que lo encontrases y arruinases la sorpresa. Fui a la cocina, preparé el desayuno para los dos, y lentamente caminé de vuelta a la habitación con el anillo en la bandeja, ya lo tenía claro, quería pasar el resto de mi vida contigo. Me senté en la cama con cuidado, dejando la bandeja en el velador que a mi lado era contiguo; me incliné a besarte, para que con el gesto te despertases, pero cuando mis labios tocaron los tuyos me estremeció el frío. No respirabas, estabas tan en paz que parecía que dormías, pero no, algo había ocurrido, con la prisa y la impaciencia de la mañana nunca noté la humedad de la cama, que las sabanas en las que nos acostamos nunca habían sido rojas, que en tu cuello no había nada que pareciese un corte tan profundo como el que ahora con la luz de la mañana veía. Me aterré, más que por el escenario, por la horrible idea de no poder pasar mi vida contigo. Grité, y en mis lamentos expresé que no podría seguir por este camino.
Desperté, eran las tres de la mañana y yacías dormida al lado mío, toque tu cuello, y era tan perfecto como siempre lo había sido, mire la cama, y las sabanas eran tan blancas como tu piel. Suspiré aliviado, era una pesadilla, pensé, pero algo dentro mío no me dejaba tranquilo, sentía que era algo más, algo más profundo, más oscuro, sentía que se me daba una segunda oportunidad para hacer las cosas bien. Me levanté de la cama y saqué el anillo de mi bolsillo, caminé de vuelta y te desperté. Creo que lo recuerdas, me dijiste ¿que pasa? y yo te respondí que te amaba más que mi alma, que quería pasar el resto de mi vida contigo. Recuerdo la mirada en tus ojos cuando te di el anillo, no era la mirada que esperaba, era demasiado confusa, había emoción en ella, pero terror al mismo tiempo, creo que nunca me di cuenta, sino hasta que sentí el filo del cuchillo deslizarse por todo mi cuello. Te vi llorar a mi lado, y vi como el hijo de puta te hacía lo mismo. Ahora no duermo, ahora no estoy en paz, y a ti te pasa lo mismo, efectivamente pasé el resto de mi vida contigo, pero fue tan corta, que ahora que podríamos tener la eternidad para estar juntos, no logro encontrarte en mi camino. ¿Donde estás?
Goran Y. Lausic King View All →
Profesor de Historia y Ciencias Sociales, egresado el 2008, Magister en Historia. Con un gusto y una formación literaria que se remonta a 1998, año en que desarrollé mi primera novela no publicada, y que no publicaré jamás (no está en condiciones).
Mi primera novel publicada fue A diez pasos a la oscuridad, publicada en Amazon, y me encuentro en etapa de diseño de portada para Página en blanco, mi segunda novela. Mientras escribo historia, novelas y demases, divulgo mi trabajo corto (cuentos y poemas, principalmente), por medio de este espacio en la web.