Su cuello ardía como si la fiebre se concentrará en un solo lugar, en su boca sus encías sangraban, produciendo un dolor descomunal, sus ojos no soportaban el color de la luz proveniente de la ampolleta sobre su cama, sus oídos no resistían el rugir de los vehículos afuera de su habitación.  No tenía ni idea que era lo que pasaba, no podía recordar cuando comenzó, el tiempo era una agonía incesable, solo superada por el tormento de los latidos de su propio corazón.

Intentó incorporarse, pero su cuerpo no había reacción, estaba tieso como un muerto, pero no dejaba de sentir el calor. “Relaja” le decía una voz susurrante al oído, “esto solo dolerá mientras estés con vida”; ¿que pasaba? se preguntaba, ¿de donde salió eso? ¿cual era la fuente de ese terror? Recordaba que tres noches atrás, quizás cuatro, tal vez más, salió de su casa, y solo sintió una picazón, de allí en adelante solo ha sentido como por las noches decaen sus fuerzas, y él espera una solución.

Sus ojos estaban cerrados cuando lo encontraron, su cuerpo frío como el hielo no poseía ni una gota de sangre en él. Su corazón no palpitaba, su cuerpo evidenciaba señales de tortura, dedos mutilados, muñecas atadas y dos orificios producidos por clavos oxidados en el cuello. Sin embargo por su rostro se notaba que falleció en paz, a tan solo cinco horas de la última vez que alguien le había podido hablar.

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