Cada vez que me ahogo, solo miro tu fotografía, dejo que los recuerdos me alumbren, que traigan a mi alma de vuelta la alegría, que me permitan volver a mirar el mañana como si este existiera, como si no tuviera que lamentar que te has marchado, y que no te encontraré en la vuelta de la esquina. Cada vez que lloro, agarro el teléfono y escucho tu voz para olvidar esta desdicha, mi tormento se aminora al escuchar tus palabras cada día, tan dulces como siempre, pero tan repetitivas, pero con no olvidar el sonido de tus labios me conformo, es lo suficiente como para no notar tu ausencia en este lugar. Cada vez que estoy solo miro hacia tu lado de la cama para tratar de recordar como olías, recuerdo despertar por las mañanas y asombrarme como el sol te dejaba más radiante que en el día a día, eras hermosa y despertabas a mi lado cada mañana, y a pesar de nuestras peleas, siempre me sonreías. No puedo creer que te has ido, no puedo creer que ya no hables, no puedo creer que ahora duermes bajo tierra, y todo porque hubo un día en que yo me marché, yo callé, y yo dormí en otro lado que no fuera nuestra alcoba, yo me rendí ante una de nuestras peleas y me fui de la casa que me había traído tanta alegría, me volví un cobarde, y te perdí por ello… espero que esta sea la solución para poder verte a los ojos y decirte lo siento.

Cuentos patéticos