¿Qué puedo decir? Creo que estoy loco, no han pasado ni tres semanas desde que volviste a entrar en mi vida y ya me consumen las ganas de saber de ti, de sentir que me escuchas, que estamos en la misma línea; tres semanas, nada, comparado con el año de silencio que nos mandamos es nada, comparado con todo lo que sufrí sin tenerte en mi vida, no es nada, y si consideramos que fuiste la fuente de todas mis melancolías, si, definitivamente nada.

Pero, ¿qué le voy a hacer? ¿Que niegue que tienes un efecto desconcertante en mi? ¿Qué me basta una palabra tuya para hacer mi mes feliz? ¿Qué el solo hecho que haya vuelto a cruzar por tus pensamientos me ha vuelto a dar una razón para vivir? ¿Para vivir de veras? ¿Para dejar de escudarme en una versión de nosotros de novela? ¿Para dejar de creer que lo nuestro fue una historia hermosa que tuvo un triste fin? … Pero nosotros no decidimos esos finales, no podemos ser tan egoístas de pensar que la decisión era tan solo de uno de los dos; me resuenan tus palabras, te lo juro, “hay que hacerse cargo de lo que se dijo” y yo sé lo que te dije, “el destino no existe, la vida que llevamos es consecuencia directa de nuestras acciones y decisiones”, y lo comparto, y estoy consciente que si hoy estamos de nuevo con la posibilidad de mirarnos a los ojos es porque ambos así lo deseamos, entonces, ¿por qué jugamos?

¿Es que acaso debo ser indiferente con todo lo que pasó? ¿Debo ignorar que dos años atrás fui yo el que se distanció? ¿El cobarde? ¿Aquél que se asustó al querer sin conocer, o más bien, a conocer a partir de un cariño innato? Y es que todo en torno a tu persona me descolocó, y ahora que lo vemos de nuevo, lo ha vuelto a hacer, y hoy me descolocas de nuevo, y una semana de silencio me hace recordar a lo que habíamos llegado.

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