La transición
La noche era algo vibrante, lleno de energía y esperanza, era una experiencia única que nunca podían dejar de disfrutar. Los hacía sentir llenos de vida, gozando junto a cada fogata, al ritmo de cada compas, empapándose de cada gota de sudor que cada noche se derramaba en la ciudad. Iban de fiesta en fiesta, de lugar en lugar en busca de lo mejor que la luna les tuviera que ofrecer: drogas, sexo, adrenalina, lujos, comida, muerte, destrucción o creación. Cualquiera de esos podría estar en el menú de la jornada, lo que les importaba sencillamente era tener la capacidad de disfrutarlo, y de pasar la noche lo mejor que les fuera posible.
Por las mañanas la fiesta continuaba, claro que ahora se quedaban en casa, pero llevaban a ella a los amigos que conocieron la noche anterior. Les hacían sentir de su hospitalidad, ponían todos los lujos a su disposición, y lo único que pedían a cambio, es que se sintieran como si estuviesen en su propio hogar. Por ello mismo se habían vuelto extensamente populares en la ciudad, todos querían salir a celebrar con ellos, pues todos sabían lo mucho que se podría disfrutar si se lograba entrar a ese circulo selecto. Pero tampoco es que hayan sido tan elitistas para escoger a sus integrantes, tan solo que debían tener cuidado a quienes le daban la confianza para llevar a su hogar, pues cómo la mayoría era fugitivos de sus propias familias, tampoco sería bueno que la gente supiera donde se estaban alojando.
Cuando volvía a caer la noche volvían a disfrutar. Mantenían un ciclo constante, aunque nunca repetían una actividad. Eran originales, innovadores, les aburría la monotonía y el no tener actividad; buscaban gozar al máximo, y así les gustaba hacérselo sentir a aquellos invitados afortunados que llegaban a la segunda noche. Y es que eran extremadamente cautelosos a la hora de escoger quien pasaría a la siguiente etapa de la fiesta, pues más que custodiar el secreto del hogar, se estaba a punto de ingresar a esta familia, a esta fraternidad. Pero le exigían devoción al postulante, una fe ciega en los postulados por los que se regían, un compromiso irreprochable con las actividades en las que se irían a embarcar. Pero si se pasaba la noche, y una vez más se era invitado a la morada de este grupo, uno se hallaba a un paso más de la felicidad.
Al atardecer del tercer día, el único que continuaba la fiesta con ellos debía probar su lealtad. Llegar hasta allí ya era símbolo de que el grupo creía en sus capacidades, y lo más importante era no demostrar que se estaban equivocando. Cuando la sangre se derramaba, ellos invitaban al rito final, abrazar el caos y la oscuridad, para poder festejar por siempre, sin parar, lejos de las preocupaciones del mundo, sin cuentas que pagar, ni dinero que adquirir para poder comer. Se tenía todo a la mano, lo único que se debía entregar a cambio, eran las últimas gotas de humanidad.
Goran Y. Lausic King View All →
Profesor de Historia y Ciencias Sociales, egresado el 2008, Magister en Historia. Con un gusto y una formación literaria que se remonta a 1998, año en que desarrollé mi primera novela no publicada, y que no publicaré jamás (no está en condiciones).
Mi primera novel publicada fue A diez pasos a la oscuridad, publicada en Amazon, y me encuentro en etapa de diseño de portada para Página en blanco, mi segunda novela. Mientras escribo historia, novelas y demases, divulgo mi trabajo corto (cuentos y poemas, principalmente), por medio de este espacio en la web.