La noche está húmeda y oscura, la gente amontonada ni se percata, el hedor de la traspiración disipa el aroma, la falta de luz impide enfocar la mirada y el bullicio convierte sus lamentos en silencio. Su polera blanca lentamente se tiñe de rojo, su cabello se humedece y se vuelve pegajoso, su vista se difumina a través de una niebla carmesí, impidiéndole ver con detalles aquello que le rodea. La limpia no sirve para curar la herida, tan solo empeora la sensación, la cual minuto a minuto se vuelve insoportable y lo lleva a que sus fuerzas se desvanezcan cada vez más.

Se requiere un cuerpo cayendo para que la gente piense que algo pasa en el lugar, mas aquello que se percatan son aquellos inmediatamente adyacentes, y que se ven empujados por el efecto de la gravedad; pensando que se trata de un desmayo, se cruzan de brazos y se vuelven a disfrutar, la música esta estridente, y no hay nada en el mundo que pueda arruinar la velada. Pero uno a uno van cayendo, y cuando desde las alturas se ve un gran vacio en la multitud, es porque cientos de cuerpos yacen muertos en el suelo. Lamentablemente toda reacción posible es tardía, nadie sabrá jamás lo que allí a sucedido, las autoridades solo se limitarán a indicar que fue un descuido, y que al responsable lo van a multar.

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