Debo reconocer que hiciste maravillas en mí, que siempre fue necesaria tan solo una caricia tuya para hacer desaparecer todos mis errores. Todas las veces me mirabas con esos hermosos ojos castaños, liberándome de toda culpa por los pecados que pude haber cometido, y perdonándome con anticipación por aquellos que estaba por cometer. Era como si supieras que de ningún modo me podrías lograr cambiar, pero sin embargo, sin darte cuenta lo hiciste; me diste una razón para vivir, una maravillosa muralla en la que afirmarme, y hoy lamento el haberme apartado. Hoy sencillamente te dejaré partir, me alejaré porque juro que no te merezco. Sé que dices que conque te ame te basta, pero soy incapaz de ser fiel, y el hacértelo a ti me hace sentirme infinitamente culpable. Eres la mujer más maravillosa que existe sobre la faz de la tierra, tienes de esas sonrisas que reemplazan a las palabras, demonios, que reemplazan al sol mismo en un día nublado. Estoy consciente que una vez que me vaya extrañaré día a día tu aroma, ese dulce néctar que hace el respirar más agradable; que extrañaré tu voz, que con cada pequeña melodía que entona me termina salvando de mi mismo. No eres tú el problema, ni nunca lo serás. Eres mi maravillosa salvadora, y por solo una vez quiero hacer las cosas bien y salvarte de mi.

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