Mi cámara hace tiempo que no apunta nada, está allí, llenándose de polvo y tierra, quedándose obsoleta solo porque yo perdí mi visión. Hace tiempo ya que no encuentro nada que merezca ser registrado, ni un solo instante que mi lente deba inmortalizar, ni siquiera que mi mente deba recordar. Lo peor de todo es que mi falta de inspiración es producto de que mi visión se ha oscurecido, he perdido la capacidad de ver los colores del mundo y maravillarme por la infinita gama de posibilidades y emociones que a mi lente le dejaba registrar. Ese es el problema del artista, la tragedia quita el sustento de la vida, aumentando el sentimiento de pesar de manera exponencial, hundiéndome cada vez más en una profunda agonía de la que me cuesta demasiado escapar.

Quiero salir a recorrer y volverme a maravillar, quiero que al ver a una pareja de enamorados vuelva a poder identificar su felicidad, y no que cada uno de sus besos sea un recuerdo que no te tengo a mi lado, que la vida me ha arrebatado tus caricias de golpe, que me ha dejado tan solo con esa vieja fotografía que te tomé en el momento en que nos conocimos.

Hay un rollo atrapado en mi cámara y que no quiero revelar. Las imágenes que este contiene son demasiado dolorosas como para que mis ojos las puedan soportar. En él están las últimas fotos que te tomé semanas antes de tu fallecimiento, antes de que tú, de manera tan inocente salieras a la calle, solo para encontrarte que la muerte andaba rondando tu existencia. Tengo miedo que en las fotos hayan pruebas de ello, temo que al ver tu rostro después de tanto tiempo me percate que la fuente de mi inspiración ya no se encuentra en este mundo. No quiero perder la esperanza, solía ser un optimista, pero ahora todo lo que veo es dolor y tragedia. Por Dios, me he dado cuenta que tú siempre fuiste quién moldeo la forma de ver el mundo, este era perfecto porque estabas en él, pero ahora que te has ido… ya no quiero estar yo tampoco en él.

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