La tragedia del observador
Eduardo estaba intentando volver a su vida como de costumbre, dejando que el trabajo pasara a ser una segunda capa en su subconsciente, y enfocándose en los problemas que tenía su vida familiar. Sin embargo había algo sobre este día que no lo dejaba manejar en paz; quizás eran los extraños sueños que le venían acosando desde hacia una semana, quizás era el objeto de la investigación que se hallaba realizando, o quizás no fuera nada de ello, y se trataba simplemente que aquel día estaba destinado para que Eduardo no pudiese dejar al trabajo fuera de su hogar. Llevaba la radio apagada, como de costumbre, y en el vehículo solo se reflejaba la luz de la iluminaria que intentaba mitigar la oscuridad de la ciudad. Eduardo, con su uniforme todavía a cuestas intentaba disimular ante si mismo que se encontraba persiguiendo al hombre más peligroso de la ciudad, intentando guardarse los presentimientos de los malos resultados que eso podría conllevar.
Hacía una semana, eso si, que había acaecido el hecho que realmente ocasionaba toda la perturbación en la mente de Eduardo. Sí, se trataba de un sueño simplemente, pero aquella ilusión había sido tan poderosa que el día de hoy daba la impresión que se estaba fundiendo con la realidad. O quizás fuera exclusivamente el cerebro de Eduardo, que había quedado traumatizado por los eventos de los sueños, que hoy le hacia sentir como si todo ocurriese tal y como lo preconcibió, que efectivamente a las ocho de la mañana Ricardo González, su compañero y mejor amigo se apareciera por su oficina con un vaso de café con leche en la mano y le dijera que un informante dio una pista muy precisa sobre las actividades del hombre al que la prensa llama “el rey cristal”, que justo frente al departamento de policía un camión blindado se estacionó y ejecutó públicamente a un civil, que precisamente el prefecto había acusado de incompetencia a Ricardo y a él por no lograr prevenir la seguidilla de asesinatos a nombre de ese llamado monarca. Si todo seguía como lo había soñado, al llegar a la intersección de Gran Avenida con Quinta su teléfono sonaría, y sería Raquel que lo esperaba desesperada en casa.
Efectivamente al llegar a tales calles el teléfono sonó, y por un segundo, tal como si estuviese a punto de fallecer, todo el recuerdo de su historia con su esposa pasó delante de sus ojos. Recordó el como la conoció estando en servicio, cuando intentaba descubrir quién era la persona que amenazaba la vida de Ricardo McTaggert, el hermano de Raquel; sus años de romance, el como ambos dejaron a sus parejas por comenzar una vida juntos, en fin, todos aquellos detalles que los habían llevado a este momento, en que el amor que Eduardo sentía por su señora superaba incluso al que sentía por su propia vida. Cuando contestó el teléfono Raquel no dijo una sola palabra,pero Eduardo comprendió; por los gritos de fondo supo que algo andaba absolutamente mal, tal y como lo había soñado, y cuando los sonidos se acompañaron por la imprevista claridad en el cielo, por un resplandor tan rojizo que venía precisamente del sector en que se hallaba su departamento, Eduardo llegó a un entendimiento: su vida estaba pronta a terminar.
Llegó al edificio en tan solo un par de minutos, pero cuando se acercó a la puerta un bombero le bloqueó el paso. En el fondo un grupo de hombres, que vestían como bomberos, pero que no pertenecían a ninguna compañía que él conociera, cargaban un saco de las medidas exactas de la mujer que él había amado con tanta intensidad. Por los sueños llegó a la conclusión de que se la llevaban viva, e intento correr para detener a los hombres que se la llevaban lejos de su hogar, pero un golpe certero en la nuca lo dejó inconsciente y le impidió reaccionar.
Tras aquella noche Eduardo no ha dejado de observar, persistentemente ha enfocado su trabajo en rastrear a los hombres que secuestraron a su mujer e incendiaron el edificio, y de paso, ha tenido que observar como esos mismos hombres infunden el terror en la ciudad que juró proteger; hoy el se mantiene despierto por la noche observando y aguardando por la oportunidad perfecta, para que el destino en sueños le vuelva a enviar una señal para el destino poder alterar; se ha vuelto el observador incansable que espera el momento que la justicia se vea llegar.
Goran Y. Lausic King View All →
Profesor de Historia y Ciencias Sociales, egresado el 2008, Magister en Historia. Con un gusto y una formación literaria que se remonta a 1998, año en que desarrollé mi primera novela no publicada, y que no publicaré jamás (no está en condiciones).
Mi primera novel publicada fue A diez pasos a la oscuridad, publicada en Amazon, y me encuentro en etapa de diseño de portada para Página en blanco, mi segunda novela. Mientras escribo historia, novelas y demases, divulgo mi trabajo corto (cuentos y poemas, principalmente), por medio de este espacio en la web.
Interesante relato, aunque un poco corto. A lo mejor se podría explorar de mejor manera la sicología de este personaje, haciendolo más complejo e intrigante… ¿no has pensado en escribir una novela sobre él?
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