Eras una sombra en mis pensamientos,

un fantasma que agobiaba cada fibra de mi ser,

una pesadilla que no me dejaba dormir por las noches,

un mal recuerdo que no me dejaba vivir.

Viví en mi memoria mucho tiempo,

recordando cuando me hiciste sentir inferior,

cuando a pesar de que yo te amaba,

para tí era solo diversión.

Gasté todas las lagrimas que tenía,

me quedé sin lamentos

que luego pudiese convertir en poesía,

me quedé sin esperanzas,

sin sueños,

solo como dije,

con fantasmas, pesadillas y sombras,

oscuridad de la peor calaña,

de esa que ni con la luz de una nueva oportunidad se pudiera disipar,

ni con la esperanza de un nuevo amor,

de una nueva ilusión.

Pasé mucho tiempo asechado por tu imagen,

las mujeres que intentaban sacarme de este agujero

terminaban agotadas de ese vano esfuerzo,

era imposible,

estaba empapado en tí.

Pero ya estoy hablando en pasado,

ahora logré continuar

darme cuenta que ahora soy yo el que puede jugar,

el que puede decidir que hacer

con lo que considera su vida sentimental.

Hoy soy un hombre nuevo,

un hombre frío y calculador,

muy distante del débil,

del ingenuo y bondadoso idiota

que se enamoró de tí;

hoy yo me convierto en ese fantasma,

en esa sombra, en esa oscuridad,

y honestamente,

te lo debo a tí.

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