La busqueda

Jacob la había estado esperando demasiado, incluso más de lo que podía recordar, incluso más de lo que le podría doler el intentar recordar. Todos le decían que se quedara tranquilo, que ya llegaría, pero a pesar de las advertencias, él no se podía quedar a esperar, no, era imposible, la espera era demasiada, y esas palabras a él no le bastaban, no podía quedarse tranquilo con tan solo las palabras vanas que le esperanzaban con que ella iba a regresar.
Cansado de esperar, esa noche Jacob se decidió a hacer algo más, así que salió de su casa y dirigió su paso rumbo a un bar. No sabía que esperar, no sabía que buscar, tan solo estaba seguro que si se quedaba en su casa no la vería regresar, así que de esa manera tomo la determinación de tomar su abrigo y encaminarse al bar.
Al llegar allí encontró un ambiente que no había visto en años, habían tantos hombres allí, alegres hombre en realidad, que en su jolgorío despreocupado no vierón a Jacob llegar, por que todos esos hombres eran felices, disfrutaban por que todos ya la habian encontrado; al ver esta realidad, un rayo, un pigmento de la alegría que estos hombres irradiaban contaminó la tristeza y desesperación de Jacob, y así, subitamente la alegría invadió su mente ya cansada por la espera, Jacob se dió cuenta que iba por el buen camino, y eso esperanzaba tanto su alma que una sonrisa asomo al mismo tiempo que una lagrima. En la barra, un viejo conocido le hizo una seña, era un viejo cualquiera, que no por que sea conocido significaba que jacob lo hubiera visto en su vida, sino que sencillamente era lka imagén común del viejo que encuentras en todo bar, aquel viejo amable que comparte con todos, y que sirve a todos, siempre y cuando, exista algo que puedas darle a cambio; pero jacob no sabía eso, y al ver que alguién entre la múltitud le hacia señas, y le prestaba atención, hizo que él acelerara su paso para ir al encuentro de ese sujeto que aseguraba en alguna parte debía haber conocido. Igual había un poco de miedo en el alma de Jacob, le preocupaba demasiado el no encajar en ese lugar, donde todos eran felices, donde todos ya la habían encontrado, pero de hecho, su preocupación era tal que le era imposible darse cuenta que el extasis de esos hombres era tal que no se percatarían que un extraño no encajara con el lugar.

El extraño en la barra indicó que se sentará frente a él, y Jacob inertemente hizo caso; la preocupación de no encajar ya estaba llegando a niveles preocupantes, y ahora no reaccionaba sin preguntarse antes como hiba a responder el entorno a sus acciones. El anciano pronuncio unas palabras, que luego de dos minutos, y de que se le repitieran incluso a gritos, Jacob proceso, y distinguió como la pregunta a la que buscaba respuestas: «¿que buscas?». Jacob no supo que contestar, y el anciano sencillamente lo miró buscando una respuesta a la pregunta que Jacob aseguraba era la suya. «¿Que busco?» le preguntó Jacob al viejo, «no lo sé, dimelo tú» fue todo lo que el viejo dijo y que ocasionó que Jacob se pusiera de pie, se diera meia vuelta y se retirara del lugar.

Desconcertado por haber equivocado de lugar, se dirigió a otro bar, y tras no en contrar respuesta más que la que le dió el viejo, volvió a buscar otro bar, así recorriendo toda la ciudad. Cansado de tanto buscar decidió volver a casa. Al llegar, el sol le había ganado y la noche había terminado. En la puerta de su casa, un papel en un sobre le llamó la atención. Al tomarlo, se dió cuenta que tenía su olor. Al abrirlo, se dió cuenta que tenía su letra, y decía:

«Amor mío, he vuelto como prometí. Ha pasado una ño desde la última vez que nos vimos, y han pasado tantas cosas que lo único que me mantiene con vida es el recuerdo de lo que hemos vivido. A mi hijo lo han asesinado, y todo lo que me quedaba en el mundo eras tú. Como me dijiste que siempre me ibas a esperar, entonces decidí venir primero a tu casa, antes de ir a hacer lo último que me queda por hacer. No te encontré, por lo que me imagino que seguiste sin mí. Lamento no haberte escogido a ti en vez de a mi marido, ese fué mi error.

Adiós»

La carta no estaba firmada, pero la certeza de las palabras eran inconfundibles para él, era ella, y realmente había vuelto, pero tan solo para volver a irse, y ahora para siempre. Jacob entró a su casa y tomó su revolver, salió de la casa con revolver en mano, y se dirigió a la casa de ella, donde sabía que con su marido estaba. Al llegar, la puerta estaba abierta, y los sollozos de un hombre en el fondo sonaban. Fue a la habitación principal, y allí estaba ella de pie, con un revolver apuntando al rostro de su esposo. Jacob corrió y la abrasó, y mientras lo hacía giró su revolver hacía él, y presionó el gatillo.

El marido de ella caía muerto, y él también perdia la vida, pues al verla en esa situación se dió cuenta que su busqueda era en vano, que lo que había buscado por tantos años lo había perdido en el momento que comenzó su vida junto a ella.

Jacob salió de su casa esa noche buscando algo, una sensación, una situación, un placer y una comodidad que pocos y afortunados hombres conocen; Jacob solo quería encontrar la felicidad.

Cuentos patéticos

Goran Y. Lausic King View All →

Profesor de Historia y Ciencias Sociales, egresado el 2008, Magister en Historia. Con un gusto y una formación literaria que se remonta a 1998, año en que desarrollé mi primera novela no publicada, y que no publicaré jamás (no está en condiciones).
Mi primera novel publicada fue A diez pasos a la oscuridad, publicada en Amazon, y me encuentro en etapa de diseño de portada para Página en blanco, mi segunda novela. Mientras escribo historia, novelas y demases, divulgo mi trabajo corto (cuentos y poemas, principalmente), por medio de este espacio en la web.

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